Kutunguango De Oduka
Kutunguango De Oduka
Fue en el ingenio San Ignacio, allá en Matanzas.
Había una conga muy hermosa llamada Teresita, aunque su nombre congo era Oduká,
de la tierra vrillumba. Era la hija de un jefe hechicero, de un nfumo llamado
Tsento. Ya de niña se sabía que había nacido hechicera pues jugaba con las
serpientes y con los alacranes.
Un día, mientras jugaba junto a un río, llegaron unos negreros y la metieron en
un barco. Así la pobre niña fue separada de su padre y de su tierra y fue
llevada a Cuba, siendo luego vendida en Matanzas al dueño del ingenio San
Ignacio. El amo resultó ser un hombre muy bueno y la crió en su propia casa
junto a sus hijas. La niña creció y se hizo una mujer muy hermosa. Todo el
mundo la quería. Y se convirtió en cocinera y planchadora.
El amo pensaba darle carta de libertad, pero murió. Y el hijo de este buen
hombre que era un tremendísimo sinvergüenza, se convirtió en el nuevo amo.
Continuamente asediaba a Oduká, la hija de Tsento, jefe vrillumba . Cansada de
que la persiguiera su amo, un día hizo un hechizo con un sapo, invocó a
Nkuyu-Nfinda (Lucero Mundo) y logró escapar del ingenio sin ser vista de nadie.
Luego, anduvo varios días por la manigua convertida en negra cimarrona. Su amo
se enfureció y contrató a una partida de rancheaderos, que inmediatamente
partieron en su búsqueda con unos terribles perros.
Tras andar buscando y buscando, los rancheaderos encontraron a Oduká escondida
detrás de una ceiba. Oduká hizo frente a los primeros perros con un machete y
según iban viniendo los partía en dos, machetazo va y machetazo viene; y cuando
ya le estaban faltando las fuerzas, la brava Oduká decidió subir a la ceiba.
Según iba subiendo, las espinas de madre ceiba le destrozaron el vestido y sus
pies sangraban; pero a pesar del dolor y de la sangre que por el tronco de este
árbol tan sagrado, seguía subiendo para lograr su libertad.
Una vez arriba, los perros supervivientes ladraban rabiosos, incapaces de
morderla; y los rancheadores discutían si subir a la ceiba para capturarla viva
o batirla a tiros y entregarla muerta al amo, el dueño de San Ignacio.
Pero Oduká, la hija de Tsento, jefe vrillumba africano, invocó a la madre ceiba
y pidió protección:
"Sikirimato monu mboba, guandi Ungundu. Mundele kuenda kiaro, mbari munu
malala. Munu kuenda kakuisa nsulu Ntoto-Güini, ntantando mutamba Tsento".
("Escucha, madre ceiba. Los rancheaderos blancos desean mi muerte. Llévame
volando al África, junto a mi padre el jefe Tsento")
Y así fue...
La madre ceiba escuchó la plegaria de Oduká y un viento huracanado se formó
sobre este árbol tan sagrado, misterioso y poderoso. Los rancheadores huyeron
espantados cuando vieron tal prodigio, y sus perros tan fieros y terribles, se
escondieron con el rabo entre las patas y las orejas muy gachas. Oduká fue
arrebatada por aquel viento y llevada a su tierra natal...
Cuando el anciano Tsento, el gran taita-nfumo (sacerdote hechicero) y mutamba
(jefe) vrillumba vio a su querida hija, no daba crédito a sus ojos:
-Pero... y tú ¿qué haces por aquí, hija mía?
-Pues ya lo ves, padre mío. Madre ceiba me trajo aquí a mi tierra y a tu lado,
para no tener que sufrir más injusticias y vejaciones, y para ser libre para
siempre."
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SAN GERMAN PUERTO RICO
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