PATAKIES DE ELEGUA, OGUN, OBATALA, SHANGO Y AGAYU

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                                             PATAKIES

Patakí de Eleguá

Eleguá es hijo de Okuboro que era un rey. Un día, siendo un muchachón, andaba con su séquito y vio una luz brillante con tres ojos, que estaba en el suelo. Al acercarse vio que era un coco seco (obi). Eleguá se lo llevó al palacio, le contó a sus padres lo que había visto y tiró el obi detrás de una puerta. Poco después todos quedaron asombrados al ver la luz que salía del obi. Tres días más tarde, Eleguá murió. Todo el mundo le cogió mucho respeto al obi, que seguía brillando, pero con el tiempo, la gente se olvidó de él. Así fue que el pueblo llegó a verse en una situación desesperada y cuando se reunieron los arubbó (viejos), llegaron a la conclusión de que la causa estaba en el abandono del obi. Este, en efecto, se hallaba vacío y comido por los bichos. Los viejos acordaron hacer algo sólido y perdurable y pensaron en colocar una piedra de santo (otá) en el lugar del obi, detrás de la puerta. Fue el origen del nacimiento de Eleguá como orisha. Por eso se dice Ikú lobi osha, el muerto parió al santo.

Patakí de Ogún

Ogun, dueño del hierro, es un montuno irascible y solitario. Cuando los orishas bajaron a la tierra fue él quien se encargó, con su machete infatigable, de cortar los troncos y las malezas para abrirles el paso. Vivía entonces en casa de sus padres, Obatalá y Yemú junto a sus hermanos Ochosi y Eleguá. Ogún estaba enamorado de su madre y varias veces quiso violarla, lo que no consiguió gracias a la vigilancia de Eleguá. Ogún se las arregló para conseguir su propósito pero, para su desgracia, Obatalá lo sorprendió. Antes de que éste pudiera decir nada, Ogún gritó, Yo mismo me voy a maldecir. Mientras que el mundo sea mundo lo único que voy a hacer es trabajar la Osha. Entonces se fue para el monte sin más compañía que sus perros, se escondió de los hombres y ningún orisha que no fuera Ochosi, su hermano cazador, consiguió verlo. Trabajaba sin descanso, pero estaba muy amargado. Además de producir hierros, se dedicó a regar afoché (polvos) por todas partes y el arayé (la tragedia) comenzó a dominar el mundo. Fue entonces cuando Oshún se metió en el monte, lo atrajo con su canto y le hizo probar la miel de la vida. Ogún siguió trabajando, pero perdió la amargura, no volvió a hacer ofoché y el mundo se tranquilizó. Hay quienes dicen que cuando salió del monte, Oshún lo llevó hasta Olorun, quien lo amarró con una cadena enorme, pero esto es un cuento. No hay nada más fuerte que la miel de Oshún.


Patakí de Obatalá

En el principio de las cosas, cuando Olodumare, bajó al mundo, se hizo acompañar de su hijo Obatalá. Debajo del cielo sólo había agua. Entonces Olodumare le entregó a Obatalá un puñado de tierra metida en el carapacho de una babosa y una gallina. Obatalá echó la tierra formando un montículo en medio del mar. La gallina se puso a escarbar la tierra esparciéndola y formando el mundo que conocemos. Olofi también encargó a Obatalá para que formará el cuerpo del hombre. Así lo hizo y culminó su faena afincándose la cabeza sobre los hombros. Es por eso que Obatalá es el dueño de las cabezas. En cierta ocasión los hombres estaban preparando grandes fiestas en honor de los orishas, pero por un descuido inexplicable se olvidaron de Yemayá. Furiosa, conjuró al mar que empezó a tragarse la tierra. Daba miedo verla cabalgare, lívida, sobre la más alta de las olas, con su abanico de plata en la mano. Los hombres, espantados, no sabían qué hacer y le imploraron a Obatalá. Cuando la rugiente inmensidad de Yemayá se precipitaba sobre lo que quedaba del mundo, Obatalá se interpuso, levantó su opayé (cetro) y le ordenó a Yemayá que se detuviera. Por respeto, la dueña del mar atajó a las aguas y prometió desistir de su cólera.

Patakí de shangó

Agayú, el dueño del río, tuvo amores con Yemayá y de ellos nació shangó. Pero Yemayá no lo quiso y Obatalá lo recogió y lo crió. Al reconocerlo como hijo, le puso un collar blanco y punzó. Dijo que sería rey del mundo y le fabricó un castillo. shangó bajó al kongo y se hizo un muchacho tan revoltoso que Madre de Agua Kalunga lo tuvo que expulsar de allí. Entonces tomó su tablero, su castillo y su pilón, con los que había bajado del cielo, y emprendió el camino del desierto. Andando y andando, se encontró con Orula, a quien le dio el tablero porque sabía que era hombre de respeto y lo iba a cuidar. shangó se quedó adivinando con caracoles y coco, cantando, fiesteando y buscando broncas. Se casó con Obba, pero también vivía fijo con Oyá y Oshún. Oyá, como se sabe, era la mujer de Ogún, pero se enamoró de shangó y se dejó robar por él. Este rapto dio ocasión a una guerra tremenda entre shangó y Ogún. En cierta ocasión Changó tuvo que esconderse de sus enemigos, que querían cortarle la cabeza, y se metió en casa de Oyá. Oyá se cortó sus trenzas y se las puso, lo vistió con su ropa y lo adornó con sus prendas. Cuando shangó salió de la casas, sus enemigos muy respetuosos creyeron que era una santa, le abrieron el paso y lo dejaron escapar. Cuentan que como shangó peleaba y no tenía armas. Osain, que era su padrino, le preparó el secreto (ingredientes) del güiro. Cuando lo tocaba con el dedo y se lo llevaba a la boca, podía echar candela por ella. Con eso vencía a sus enemigos. Cuando se oye tronar, se dice que es porque shangó anda de rumbantela con sus mujeres o que cabalga por el cielo.

Patakí de Agayú

Agayú era un gigante poderoso y temido: el dueño del río que se precipitaba desde lo alto. Acostumbraba ayudar a cruzar la corriente, pero siempre exigía que le pagaran. En cierta ocasión le hizo el favor a Yemayá (otros informantes dicen que Oshún), quién no tenía con qué pagarle y tuvo que acostarse con él para contentarlo. De esta unión nació shangó, la puerta de su casa abierta de par en par, aunque la tenía abarrotada de viandas y frutas, nadie se hubiera atrevido a entrar. Un día, sin embargo, shangó, que es muy fresco, se metió en la casa, se lo comió todo y hasta se acostó a dormir en su misma estera. Cuando Agayú volvió del campo y vio el espectáculo, sin pensarlo dos veces agarró a shangó y lo tiró dentro de una hoguera que, por supuesto, no ardió. Entonces lo cargó y lo llevó a la orilla del mar para ahogarlo, pero Yemayá apareció y, muy solemne, le hizo saber que era su hijo. No por eso se acabaron los problemas. En cierta ocasión shangó pasó por Orunzale y vio que la gente del pueblo andaba como los zombies. shangó se empeño en saber quién era el rey del pueblo y, tras muchos esfuerzos, descubrió que era Agayú y fue a verlo. ¿Para qué tú quieres saber quién es el rey?, Agayú dijo encolerizado y shangó le contesto: Papá, es que en este pueblo no puede tener la cabeza un rey tan fuerte. Todos andan muy mal, no oyen, no contestan, no hablan. No quiero que sigan sufriendo. Fue así como se pusieron de acuerdo y, desde entonces shangó va a la cabeza y Agayú a los hombros. Es por eso que los hijos de Agayú tienen esa perfecta comunión con shangó y dicen: shangó con orun para Agayú.

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